El hombre y su mundo pequeño

Su mundo se había achicado tanto que podríamos decir que fácilmente entraba en la cabeza de un alfiler, obvio metafóricamente hablando.
Ahora las cosas eran distintas para él como que sus límites se habían acercado en vez de alejarse.
Su mundo era mas fácil de recorrer, solo caminando algunos pasos de inmediato se llegaba a sus fronteras.
No sabemos si se encogió o fue achicado por alguien con algún motivo que aun desconocemos.
Entre los cambios más notorios era que el día duraba muy poco y el sol cruzaba fugazmente que ni tiempo había para descubrir sombras
y formas, tan corto y tan veloz era en su paso que ni tiempo le daba a los girasoles seguirlo en su recorrido.
Otra cosa llamativa en esta sucesión de cambios era que los periodos de oscuridad o noches eran muy largos como suele ocurrir en invierno
en los países nórdicos; si su mundo se había achicado en forma extraña, días cortos, noches largas, oscuras, llenas de nostalgias y añoranza
de aquel mundo suyo que ya no era, este mundo empequeñecido, de limites cercanos, de noches tan largas y días tan pero tan cortos.
Sentado a la luz de un fuego ardiente con sus ojos mirando chisporroteantes leños y sintiendo el paso lento de la noche pensó si todo lo de
afuera se había achicado.
Llamó a un agrimensor que volviera a medir su mundo para evaluar cuan pequeño había quedado todo, el profesional con sus aparatos hizo
su trabajo, midió, anoto y llevo delante del hombre y presento todo, números, cifras, en metros, en centímetros y en kilómetros. Después de
ver todo y comparar con los números de antes, no había cambios todo coincidía milimétricamente ¿Qué ocurría entonces? El agrimensor salio
con sus aparatos, rollos de papel y planos y el hombre cerro la puerta, después camino en la penumbra de la casa, busco el espejo se miro y ante
las pruebas recién recibidas algo si se había achicado y no fue su mundo, busco sus ojos en el reflejo del espejo y entendió que lo que se había
achicado únicamente era su corazón.



Sergio Cammarata