El rio
El calor del asfalto se hace sentir en mis pies a pesar de estar calzado, el sol se refleja tan intensamente, creando así esas ilusiones ópticas que uno ve en los caminos cuando viaja como agua en la lejanía, las calles están desiertas, persianas bajas de los comercios, autos en filas estacionados irradian aun mas el calor en el metal, el rumor de los aires acondicionados y ventiladores en las torres de departamentos, se escapa por las rendijas de las ventanas, una pequeña jauría lucha por un botín hallado entre bolsas de basura
Al llegar a la esquina, una gran avenida se abre se abre bajo mis pies, está desierta, los semáforos en perspectivas cambian sus luces sincronizadamente con sus amarillos verdes y rojos, grandes carteles con publicidades de dientes resplandecientes, o bebidas que devuelven el animo para sentirse bien y la cara sonriente de algún político obra de photoshop ofreciéndose el mismo como el cambio
El viento caliente juega con papeles y hojas danzando con ellas, subiendo y bajando uniendo a otros en su camino, la senda peatonal muy marcada en contraste con el asfalto gris caliente, me recuerda a las teclas de un gran piano
El sol cae a plomo sobre mi cabeza y sobre toda la ciudad, no hay personas en las calles solo perros hambrientos de lenguas afuera buscando al menos un mendrugo para engullir
Sigo caminando hasta detenerme frente a una gran vidriera, decenas de pantallas y televisores repiten una misma imagen una morena cantando y bailando, primeros planos de su boca pronunciando exageradamente las palabras y de su cuerpo contorneándose en una danza sensual.
Mi camisa húmeda por mi sudor se pega a mi espalda la brisa se pone aún más caliente; el paisaje cambia delante de mi al llegar a una plaza, grandes arboles, caminos de polvo de ladrillo, bancos de madera color verde oscuro y en uno de los costados bajo la frondosa copa de un añoso árbol una calesita dando vueltas bajo el influjo de una melodía mil veces repetida, caballitos de madera sin jinetes, avioncitos sin tripulantes, solo el eco distante de risas de niños, como de fantasmas, mi mente imagina.
Siento un respiro a la sombra de los arboles inhalo profundo, busco calmar el calor y la agitación, mis pantalones se pegan a mis piernas sudorosas, me recuesto hacia atrás en el banco, no hay aves entre las ramas solo nidos abandonados, el sol se cuela entre las hojas como si sus rayos me buscaran, bajo mi cabeza y en la madera tallado con alguna improvisada gubia, escrito dice “el fin se acerca”.
Al costado de un cesto de residuos un grupo de roedores disfrutan de una manzana acaramelada que quien sabe a que niño se le habrá caído, ese tipo de golosina corría siempre con la misma suerte, quizás por eso sus vendedores seguían estables en ese viejo oficio. Me pongo sobre mis pies, busco una salida, y en mi paso un héroe en sus cabalgaduras con su sable en alto lucha en una batalla que nunca termina, el cielo cambia su color, muta a un rojo extraño, el aire caliente ahora es lavado por una brisa mas fría .
Mis pasos se dirigen hacia el rio, las veredas bicolor pasan bajo mis pies como un gran tablero de ajedrez y yo un peón movido al antojo de alguien.
La temperatura cambia, seca mi sudor y genera repetidos escalofríos que recorren mi espalda la sensación se repite a intervalos, mis fosas nasales se llena de un hedor extraño mezcla de rio y un olor incierto que no puedo definir, que aumenta a medida que me acerco, se une también a esto un sonido como de llanto, un gemido prolongado, lastimoso, un lamento que llega entrecortado según la intensidad y dirección del viento haciéndose mas nítido a cada paso que doy
Diviso con mis ojos la costa, una multitud de personas absortas, entre alaridos y gritos desgarradores, de espalda a mi, de frente al rio, rostros desencajados, llenos de consternación el espectáculo es dantesco , mi estomago se revuelve dentro mío, el olor es tan penetrante, me provoca nauseas incontenibles, síntomas que al parecer actúa en cadena, algunos en sus rodillas lloran y vomitan, me abro paso entre los que componen la multitud, casi con violencia, ninguno repara en mi al sacarlos de sus lugares y avanzar, quiero ver lo que ven.
Cuando llego al lugar que quiero soy golpeado por la imagen mas terrible que mis retinas hayan visto, creo queme voy a desmayar, todo se pone negro, me desequilibro pero no caigo, llevo mis manos al rostro instintivamente para no ver mas lo que veo, pero aun con ojos cerrado lo sigo viendo, ahogo un grito o quizás lo grito no lo se, y así me uno a ese coro de lamentación y espanto
El rio en sus olas marrones traía cientos de cuerpos de bebes, de niños, de adolescentes, desnudos, mutilados con su piel casi transparentes, sus cabelleras flotan lívidas sobre la masa de agua. Nadie atinaba a sacarlos paralizados de horror, cada ola traía aun mas como si de sus entrañas el rio los sacara; el cielo con su rojo extraño se une con el horizonte dando un marco mas lúgubre.
Yo estoy de rodillas, cubriendo mi rostro sin dejar de mirar atraído de una fuerza mayor, encuentro mis ojos en los de una niña de cabellos rizados, su boquita se dibuja suave en su rostro pálido, sus pestañas descansan en sus ojos cerrados como si durmiera un sueño tranquilo, flota con gracia como de una bailarina, la corriente la lleva lento hasta unirse al resto de los cuerpos que siguen llegando.
Siento el frio lodo en mis piernas, mis manos se hunden en el barro y mi mirada que no deja de contemplar a la niña, me levanto como puedo tambaleante, corro sin fuerzas por la ribera, tropezando con gente viva que no hace nada que solo mira, quiero alejarme de aquello que parece extraído de la peor novela de terror, pero no puedo, detengo mi marcha al ver una mujer y a varios mas metidos hasta su cintura en el agua, la mujer abraza a un muchachito, lo atrae hacia su pecho, levanta sus ojos al cielo en un clamor que sube mas allá de los que gritan y lloran, lo acaricia con sus manos mojadas de rio y lodo, enmarcando su rostro dormido con la yema de sus dedos, murmura una s palabras que el ya no escucha, le canta una canción que el ya no podrá aprender, lo beso con sus labios en la frente, quiere despedirse pero no lo suelta , quiere darle de su vida pero no le alcanza.
Olor de muerte lo llena todo, muerte de ellos que flotan, muerte de ellos que miran sin hacer nada, muerte de aquellos que mueren porque al que aman murió, muerte mía que muero con esa muerte que no es mía y ahora tan mía…..
Sergio Cammarata

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